60 ANIVERSARIO DE LA APERTURA DEL CONCILIO VATICANO II
11- 10- 1962 – 11-10-2022
El 60º aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II es un momento de particular gracia también para el Sínodo, que representa un fruto de aquella asamblea ecuménica, de hecho, una de sus «herencias más valiosas» (Francisco, const. ap. Episcopalis Communio, 15 de septiembre de 2018, 1). El Synodus Episcoporum, de hecho, fue instituido por San Pablo VI al inicio del cuarto y último período del Concilio (15 de septiembre de 1965), atendiendo a las peticiones de muchos padres conciliares.
La finalidad del Sínodo era y sigue siendo la de prolongar, en la vida y en la misión de la Iglesia, el estilo del Concilio Vaticano II, así como la de fomentar en el Pueblo de Dios la apropiación viva de sus enseñanzas, con la conciencia de que ese Concilio representó «la gran gracia de la que se ha beneficiado la Iglesia en el siglo XX» (Juan Pablo II, Carta apostólica Novo millennio ineunte, 6 de enero de 2001, 57). Una tarea que dista mucho de estar agotada, dado que la recepción del magisterio del Concilio es un proceso continuo, en algunos aspectos todavía incipiente.
A lo largo de estos decenios, el Sínodo se ha puesto constantemente al servicio del Concilio, contribuyendo a renovar el rostro de la Iglesia, en una fidelidad cada vez más profunda a la Sagrada Escritura y a la Tradición viva y en una escucha atenta de los signos de los tiempos. Sus Asambleas -General Ordinaria, General Extraordinaria y General Especial- se han visto impregnadas, cada una a su manera, por la savia vital del Concilio, cuyas enseñanzas han profundizado, han abierto la potencialidad frente a nuevos escenarios y han favorecido la inculturación entre los distintos pueblos.
El actual proceso sinodal, dedicado a la «Sinodalidad en la vida y la misión de la Iglesia», sigue también la senda del Concilio. La sinodalidad es en todo momento un tema del Concilio, aunque este término -de reciente acuñación- no se encuentre expresamente en los documentos de la asamblea ecuménica. La magna charta del Sínodo 2021-2023 es la enseñanza del Concilio sobre la Iglesia, en particular su teología del Pueblo de Dios, «La condición de este pueblo es la dignidad y la libertad de los hijos de Dios, en cuyos corazones habita el Espíritu Santo como en un templo» (Lumen gentium 9).
La finalidad del Sínodo era y sigue siendo la de prolongar, en la vida y en la misión de la Iglesia, el estilo del Concilio Vaticano II, así como la de fomentar en el Pueblo de Dios la apropiación viva de sus enseñanzas, con la conciencia de que ese Concilio representó «la gran gracia de la que se ha beneficiado la Iglesia en el siglo XX» (Juan Pablo II, Carta apostólica Novo millennio ineunte, 6 de enero de 2001, 57). Una tarea que dista mucho de estar agotada, dado que la recepción del magisterio del Concilio es un proceso continuo, en algunos aspectos todavía incipiente.
A lo largo de estos decenios, el Sínodo se ha puesto constantemente al servicio del Concilio, contribuyendo a renovar el rostro de la Iglesia, en una fidelidad cada vez más profunda a la Sagrada Escritura y a la Tradición viva y en una escucha atenta de los signos de los tiempos. Sus Asambleas -General Ordinaria, General Extraordinaria y General Especial- se han visto impregnadas, cada una a su manera, por la savia vital del Concilio, cuyas enseñanzas han profundizado, han abierto la potencialidad frente a nuevos escenarios y han favorecido la inculturación entre los distintos pueblos.
El actual proceso sinodal, dedicado a la «Sinodalidad en la vida y la misión de la Iglesia», sigue también la senda del Concilio. La sinodalidad es en todo momento un tema del Concilio, aunque este término -de reciente acuñación- no se encuentre expresamente en los documentos de la asamblea ecuménica. La magna charta del Sínodo 2021-2023 es la enseñanza del Concilio sobre la Iglesia, en particular su teología del Pueblo de Dios, «La condición de este pueblo es la dignidad y la libertad de los hijos de Dios, en cuyos corazones habita el Espíritu Santo como en un templo» (Lumen gentium 9).
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